Una simple mirada atrás que
rompe el futuro porque te conecta con tu pasado sin sentir, sin padecer, sin
sufrir el acongojo del herido de muerte. Que no desaparezca el tiempo en el
agua y que ni el viento te desvanezca en mi mirada para eternizar mi Yo en tu
Yo. Un tic y un tac, un campaneo, un compás descompensado latiendo en un
silencio desgarrador sin que la menor de las compasiones estremezca la mínima
ilusión de aquel que no mira atrás por el simple miedo a perder su norte, la
mirada del que busca un mañana, la seguridad del que teme no perder la locura
encerrado en su cordura. Invertir el tiempo para no depender del que te lo
sacrifique.
Cruz del infierno incendiada
de lágrimas que queman, de legañas que son como costras pegadas en la sensible
piel de los ojos. No son más que la búsqueda de poros impacientes que
desembocan en inquietud, en desasosiego, en ansiedad, que no te dejan vivir sin
más dilación, sin más demora, sin más multa que la de vivir.
Hasta hoy, nunca he pretendido
desaparecer de todo aquello que me haga sentir la menor de las emociones, que
no pueda desacreditar a aquellos que me
pudieran hacer guerrero de una batalla perdida. Ya no volveré a ser el mismo,
el ganador de las causas perdidas, la flecha del laberinto sin descubrir más
que un cúmulo de vanalidades que sangran mis venas, que convierten en sal todo
aquello. No es poder sin que alimente… (2005)