CAPÍTULO
2.- EL CACHIMBA, EL CHANCLETA Y EL RATA
–Ni menos que
eso– reafirmando la sentencia de su
camarada.
Otras conversaciones agrias
como la del “Cachimba” con”El Chancleta” acerca del baño del patio.
–¡Chacho, el
olor a orín rancio y el amoníaco te queman los pelos de la nariz!– dice el
“Cachimba”.
–A mí se me mete
hasta la garganta, ¡y dura el “jodío”! – contesta” El Chancleta”.
Y las ilusiones utópicas
con aventuras delictivas.
–Mira “Jamón”, ende que salga de aquí, agarro a la
parienta, le dejo el chiquillo a mi madre –benditos abuelos– y me pego un
viajito a Fuerteventura, yo y mi mujé na
más. Lo tengo too pensao.
–¿Y las perritas
“Cambao”?
–Eso na “Jamón”, tengo un bisni asegurado (sic).
Ayudan a pasar los días
estas fantasías animadas. Alegran los corazones propios y ajenos porque el oidor
también viaja con el dicente. Invitado de excepción, ya que siempre se acaba
con:
–No te
preocupes. Saliendo por la puerta y llamándote para hacernos juntos el
trabajito y nos vamos los dos con las respectivas.
–Ya verás, ¡vamos
a alucinar!
El caso es que el alucine
dura lo que dura la conversación. Dura lo que tarda el viento en llevarse las
palabras.
El fútbol que no falte.
Él se mantenía
invariable, inamovible en sus silenciosos monólogos. Una lucha interior llena
de revelaciones íntimas escudriñando las profundidades de su corazón que, en
ocasiones, le saturaban de inquietud con pensamientos que le asistían con una
insistencia metálica, viviendo en un constante duelo hasta el punto de llevar
la muerte reflejada en sus ojos.
Mientras, en el mundo de
su alrededor, un cuerpo cruel, musculoso y tatuado hasta la saciedad y la ostentación
había pinchado a “El Rata” por un quítame allá esas pajas.
“El Rata” se dedicaba a
amaestrar cucarachas, ratones, grillos, hasta una rana (de extraña procedencia)
con una increíble habilidad, pero no sé si era por la dificultad de la doma o
por la poca paciencia del domador, los animalejos solían acabar estampados
contra alguna pared del patio.
Paradojas del innombrable, “El Rata” estaba corriendo
una suerte similar. Su cara marchaba camino de la enfermería con el mismo color
de un neonato antes de recibir la palmada de la vida. Su agresor, acompañado
por la cuadrilla de funcionarios, le seguía con esos ojos que, hermanados a una
dura mirada, violenta y provocadora,
son capaces de doblegar al más duro de los varones.