CAPÍTULO
3.- LA INTROSPECCIÓN
El gran enigma era la
introspección de Expósito. Y él piensa que la fe es el sacacorchos de la
conciencia. Y él tiene fe. Lo que no sabía es si desde una sola ventana se ve
mejor la vida. Por eso quería ampliar sus miras hasta ahora sujetas, dominadas,
esclavizadas por los verdugos que amargaron su existencia.
Has gritado tu silencio
sobornando a tu conciencia.
Has callado tu dolor,
envejeciendo tu pena.
Y
de una vida insoportable
has hecho
una muerta llevadera.
Expósito recordaba estos versos.
De alguna forma era consciente de que su vida era una tragedia rodeada de
sátira por todas partes. Desterrado de su honor y de su dignidad, se conformaba de migajas de estima que
recogía a modo de gotas de rocío y con
esto alimentaba su ego, como acto de supervivencia anímica.
Por no cometer, no cometió ni el
pecado onanista que a tantos cuerpos y mentes alivia aquí, en el innombrable. Su único y primordial
desahogo era el orden y concierto que sus ideas iban tomando en su mente que,
hasta estos días, había ocupado todos sus esfuerzos en pensar, en no sentir
para no padecer, para no sufrir tanto como
parecía que se le tenía asignado en esta, su mala vida, su perra vida.
Él
vio la hoja caer
y
midió el tiempo en su vuelo.
Sólo
es larga la eternidad,
sólo
ella es eterna.
Siempre le gustó la poesía.