domingo, 1 de septiembre de 2013

Galería de almas (Capítulo 6)

Capítulo 6.- Lolo
Una tarde cuaresmal, después de un gran aguacero, Saulo añoraba los olores de su casa, la algarabía de sus hermanas y sobrinos en la hora del almuerzo, las maneras de su madre, sus silenciosos movimientos al atardecer cuando la casa quedaba vacía. Recordaba cosas insospechadas como que los toalleros siempre tuvieran toallas, las alacenas de la despensa ordenadas según los alimentos, enumeraba despacio en su cabeza los pequeños detalles que agradaban y que su madre cuidaba con esmero alimentando siempre el cariño, porque ella atraía como el imán… Saulo decidió alejarse de los sueños. Soñar allí podía tener consecuencias inesperadas,  recuperó el ánimo y dirigió la mirada hacia Lolo.
“Lolo teme la cultura y eso hace que la desprecie. Mi abuelo decía: “No desprecies al inculto, desprecia al que desprecie la cultura”. Y encima le tiene miedo al mismísimo miedo. No se permite sentir esa emoción, le parece un sentimiento para inferiores y Lolo no se quiere sentir inferior. Su gran logro es aparentar que no tiene nada. Pero no es un imprudente, un inconsciente, sólo alardea de su pueril valentía.
Un tipo anodino, insulso que se conforma con controlar una parcela ínfima de la vida, lo que corresponde a su entorno más próximo. Más allá está el abismo y carece de valor preciso para inspeccionar esa selva que se le antoja peligrosa y dañina. A mí me parece inodoro, insaboro, incoloro, me parece hasta pobre esa actitud de “Non plus ultra”, no sea que…
Es un hombre de mando de la TV en la mano, como el bastón del alcalde, y de dejar que pasen las horas (aunque tenga dificultades para entender una lección de Barrio Sésamo; y de películas subtituladas,  ni siquiera ha oído hablar, por supuesto). Hasta su aspecto físico es vulgar, gris.
No es mala persona pero tampoco es buena. Ni regular. Es y de milagro biológico. Si no está no importa, y si está, casi tampoco importa. No quita pero tampoco da. Ocupa un lugar y respira, que para él ya es bastante.
Tiene miedo a aprender, puede que lo aprendido le agreda al echar por la borda ese somero conocimiento que tenía sobre cualquier cosa. Es de los que usa los libros para calzar la mesa y el lápiz como bastoncillo de oídos. Y no hay más. Las conversaciones con Lolo son tan pobres como su vocabulario. Maneja 60 términos, más o menos, y con eso se defiende, siempre, claro está en su lengua vernácula. Leer es una pérdida de tiempo y escribir una aventura que no está dispuesto a emprender. Aburrido. Una estafa de hombre.”