CAPÍTULO
1.- EXPÓSITO
Una figura enjuta, estirada, con cara de pocos
alimentos forrada con una barba escasa, canosa y recia que surcaba su mentón
sin la menor disciplina y en la que sólo resaltaba un cigarrillo que de forma
perpetua se consumía pegado al labio inferior, esperaba apoyada a la sombra de
un olivo con postura flamenca. Párpados cansados escoltados por dos notables
bolsas amoratadas. Sus ojos siempre mirando a los pies.
– ¡¡Aguador!! ¡¡Aguador!!
Gritos que como llamaradas rompían el silencio de los campos de cultivo.
Entonces, él dejaba su distracción favorita, que era observar a las tortugas
saliendo de la ribera del escueto río que atravesaba el latifundio y,
acémilamente, cargaba los cántaros de agua que saciaba la rabiosa sed de los
jornaleros.
Andaba con la junta al hombro, dejando atrás a sus parsimoniosas amigas. No
hablaba, no sentía… No sufría ni el peso de los cántaros.
– ¿Debajo de quién estará la Remigia, Aguador?
– Ja, ja, ja
– ¿Debajo de quién estará la Remigia, Aguador?
Y volvía a su olivo, pues a pesar del alivio por el agua consumida volvía con
más peso: el de la pena.
Un día los vio.
– Con el capataz no, Remigia. Con el que me
pega, no. Con el capataz no.
La Remigia era una hembra regocijada, desgreñada y maltrecha que despedía olor
a orín rancio. Nalgas prominentes, pechos de matrona a pesar de no haber
engendrado y ojos sin brillo. Lejana ya la delicadeza lozana de sus cabellos y
el color cal de sus dientes. De su juventud, únicamente perduraba el asedio de
los varones.
Él sintió y pensó.
Con una navaja cortó el cuello de una de sus lentas amigas y mezcló su sangre
con sus lágrimas vertiendo el mejunje en los cántaros.
– ¡¡Aguador!! ¡¡Aguador!!
Y todos bebieron de su agua.
El campo quedó sembrado de cuerpos inertes con los ojos clavados en el cielo.
Alguno aún pitaba de forma casi sorda
– ¡¡Aguador!! ¡¡Aguador!!
Y un golpe de pecho con tos de tabaco picadura
retumbó en los campos.
Has gritado tu silencio
sobornando a tu conciencia.
Has callado tu dolor,
envejeciendo tu pena.
Y
de una vida insoportable
has hecho
una muerta llevadera. (2010)