martes, 10 de septiembre de 2013

Somos.

Somos
Somos los eremitas contemporáneos que nos alimentamos de una absurda inconsciencia, del “no
pensamiento”. Esperpentos de la soledad como los cipreses del cementerio.
Vagabundear en un laberinto es nuestra… ¿vida?
Recolectar miseria es nuestra misión y nuestra insumisión y nuestra remisión. Islas rodeadas de vacío por todas partes, de ahí la mirada abismal. Somos las lágrimas del perdedor, la angustia del derrotado…, somos el adiós al difunto.
Creadores de irrealidad, errores del pasado, lacra del presente, estiércol del futuro.
Espantapájaros en el desierto.
Somos ninguno, somos nadie, somos nada, somos nunca. El cero elevado a la enésima potencia. El despojo de la desdicha. Construimos nuestras propias tumbas para profanar nuestra propia muerte. Hedonistas en el vicio, onanistas mal educados que se creen estrellas de su propio circo.
Somos la guerra para el pacífico, el odio para el amante, la cruz de los cristianos, los parias para el hindú.
Si la desesperanza tuviera su apología nosotros seríamos su abanderados, erguidos estandartes, orgullosos engreídos que buscamos en un billete de mil perdones, mil súplicas, mil ruegos.
Somos la mentira, y la verdad es nuestra sombra. Mentira vestida de gala, empavonada y empolvada con no sé qué sustancia que decora nuestras facciones del más patético de los disfraces carnavalescos. Siempre en busca de una quimera que nuestras mentes distorsionadas emborronan de realidades que no podrán ocurrir, que no podrán suceder, que no podremos vivir, que no podremos sufrir.
Pero seré, seremos. Seremos algo, alguien. Seremos siempre. Savia nueva y experimentada, raíces, tronco, ramas y frutos. Presente y futuro. Seremos realidades, ilusiones y esperanzas.
Bandera en la cima.