Capítulo 2.- La prioridad
La supervivencia ahora se convertía en una prioridad: vivir
allí y convivir, la principal tarea.
La tensión se apoderaba de Saulo diariamente y adaptarse al
medio era una cuestión fundamental. Al igual que los mamíferos que se
protegen de las agresiones e inclemencias con su pelaje, Saulo desplegaba todas
sus habilidades cautivadoras y que fascinaban en general a todo el género
humano y más en un sitio como aquel.
La elocuencia y su capacidad de respuesta, su preparación
académica, la facilidad que tenía para ponerse en el lugar del otro y las
habilidades sociales le valieron un respeto. Se convirtió en un punto de
referencia para redactar cartas a amantes esposas, novias y novios, hijos; se
desenvolvía hábilmente escribiendo instancias, reclamaciones, indulgencias,
recursos, felicitaciones y demás documentación generada en este lugar
innombrable.
Tenía un porte elegante, era delgado y alto, educado a
fuego, distante y de maneras suaves; sabía escuchar y comprender todas las
desgracias habidas y por haber, incluso era capaz de tener compasión por un
pederasta o por un asesino, paciencia con el ser más torpe y de clavar en su
oponente una mirada aterradora que se le salía de las órbitas con según qué
comportamientos, paralizando las malas intenciones de cualquiera y expulsando
por aquella boca bembuda los improperios y exabruptos más espeluznantes. Además
sabía escabullirse en el momento oportuno para que su luz no dejara de brillar
desprotegiéndolo ante aquel paisaje humano, aquella selva de comportamientos
encontrados, conductas equivocadas, escala de valores invertida, deformidades
en las capacidades, minusvalías psíquicas y físicas no tratadas, desafectos,
amantes trastornados, maltratadores, degenerados, violadores, asesinos,
mentirosos, marginados de cuerpo y alma y cualquier cantidad de indolentes,
culpables y no culpables, que requerían de sus servicios tan imprescindibles en
un medio como ese.