viernes, 18 de octubre de 2013

¿El tango, una forma de vida?

Sigo corrigiendo faltas de ortografía sin parar. Levanto una piedra y aparecen, paseo por mi pueblo y me sorprenden tras las esquinas, me buscan, y cuando me encuentran, abro mis ojos sonriendo. Convivo con ellas. Me dan de comer.  Acabo de ver una mientras voy a bailar tango: “Ay naranjas para zumo”.
El tango lo veo difícil. Creo que no tengo futuro en este campo. Aun así, yo sigo yendo a clase. Me divierto y me ayuda a concentrarme. Me gustan mucho los profesores –una pareja–, ella es excepcional, le hace sombra a él; por eso es casi invisible, aunque la complementa. Tal vez siga empeñada por ellos.  No tengo que hablar, ni corregir faltas de ortografía ni ser más agradable de la cuenta ni decir lo que pienso ni qué siento, sólo escuchar las indicaciones que me dan con el cuerpo, dejarme guiar, aunque es difícil entender y obedecer sin palabras. Es como la meditación, pero más complicado porque debes meditar acompañada y al unísono, o como aprender inglés. En algún momento encajará lo que asimilas. Ya fui a una milonga, que es un baile organizado para "bailar tangos". Nadie habla, todo el mundo está ensimismado y muchos hombres entregados a esta misión. Ellos son los que conducen.
“Es una forma de vida”, dicen las muy apasionadas.
Yo, será que estoy despojada de partes emocionales relativas a formas de vida. Las pierdo todas. Todavía ando buscando una y sé que no va a ser el tango.
                Autora invitada: Julia.