domingo, 25 de agosto de 2013

El sarandajo (Capítulo 4)

En tono de misterio


Aquella letanía, aquel coro de voces en tono duérmete, también tenía olor. Un olor vespertino, nunca matinal. Siempre denso, con aliento serio y solemne. Quiero decir que el olor de la mañana es más desenfadado. El Rosario me gustaba. Me pasaba la hora y veinte minutos que duraba observando a las seis mujeres que hablaban de misterios, en tono de misterio, en ambiente de misterio. Comencé a ser asiduo al rezo del Rosario a los 6 años, cuando ya estuve preparado para respetar con mi silencio un acto de tal magnitud, y sólo seis años después pude disfrutar del mayor placer de este repertorio en la vida social de mi pueblo. Con más años me dormía con una placidez que no he logrado volver a experimentar. Mi sueño era respetuoso. Como debe ser.