En tono
de misterio
Aquella letanía, aquel coro de voces en tono
duérmete, también tenía olor. Un olor vespertino, nunca matinal. Siempre denso,
con aliento serio y solemne. Quiero decir que el olor de la mañana es más
desenfadado. El Rosario me gustaba. Me pasaba la hora y veinte minutos que
duraba observando a las seis mujeres que hablaban de misterios, en tono de
misterio, en ambiente de misterio. Comencé a ser asiduo al rezo del Rosario a los
6 años, cuando ya estuve preparado para respetar con mi silencio un acto de tal
magnitud, y sólo seis años después pude disfrutar del mayor placer de este
repertorio en la vida social de mi pueblo. Con más años me dormía con una
placidez que no he logrado volver a experimentar. Mi sueño era respetuoso. Como
debe ser.