jueves, 27 de marzo de 2014

Homenaje a Leopoldo Panero.








En gratitud a su hierática pero intensa compañía.

A mí me gusta escribir y él era un escritor. Hombre de pocas palabras y muchas letras. Me atraía además su expresión perdida, y su soledad elegida lo hacía inasible a los que nos consideramos cuerdos. Lo percibí siempre lejano y con el alma llena de ansiedad dolorida. Me conmovía aquel hombre. Yo lo miraba de soslayo para no distraerlo de sus pensamientos. Su voz sonaba como si estuviera al otro lado del agua. Hablaba corto, no sonreía aunque me acompañaba su silencio.


Parece oculto,
entre negrura y fuego.
Parece lóbrego,
entre malicia y tristeza.
Parece lejano,
entre páramos y desiertos.
Sin embargo,
hablas de tu alma,
cercana, clara y conocida.
No es el Infierno.
Tú  lo conoces.



¿Ya has descubierto el vacío?
¿Has paseado por la galería del alma?
¿Te has sentado en el abismo?
¿El frío indiferente ha quemado tu piel?
¿Eres un muerto que respira?
Que respira sin merecer el aire.
¿Te han presentado al Amor?
Y lo saludas como un extraño.
¿Y el poder? ¿Y el dolor?
No el que te causa haberlo originado.
El dolor que tú has causado.
¿Lo has sentido?
No, porque te faltaría el aire.
Quedarías mudo por falta de aliento.
Sordo por no oír la verdad.
Ciego por no ver otras lágrimas.
Y sólo palparías tu propio egoísmo.



Hojas muertas entre las páginas de un libro.
Lágrimas añejas en un pañuelo.
Pétreas legañas en la almohada.
Las canas de tu sien.
El aliento senil de tu boca
La tez arrugada.
Todo eso también es vida. O lo fue.
Descanse en paz la Vida.

Fotos: El Roque Nublo.